Los otros

Estaban sentados en el comedor tomando vino en caja. Los tres estaban del mismo lado de la mesa de madera rectangular que se escondía debajo de un mantel de plástico naranja, sobre esta solo descasaban tres vasos de vidrio, una caja chica de cigarros, un encendedor celeste, y por supuesto el vino que bebían. Estaban del mismo lado de la mesa porque veían un partido totalmente intrascendente en la televisión (uno de ellos cree recordar que ese día veían un triste cero a cero entre Temperley y Defensa y justicia). Se debatían entre el tedio y la borrachera. La aplastante costumbre de romper la rutina que acaba por volverse costumbre, ritual, tradición, y así hasta el aburrimiento. 

A los trece minutos del segundo tiempo, uno de ellos sintió el sonido de la puerta de la casa, de bisagras gastadas, abriéndose, lo comentó alarmado.
- Bo ¿eso fue la puerta?
Le respondieron al unisono, mismo contenido pero distinta forma
- Dale paranoico. Dijo el primero.
- ¡Miralo al cagon! Dijo el segundo.
En medio de la discusión irrelevante la vieron pasar, entre la mesa y el televisor, entre ellos y el televisor, entre la intimidad de su hogar. Fue tal el susto que ninguno pudo reaccionar. El que se sabía menos ebrio de los tres teorizó que el alcohol barato le estaba jugando una mala pasada. Pero la hipótesis perdió validez al segundo, cuando moviendo lentamente su cabeza hacia un lado y el otro, vio en sus amigos la misma expresión que probablemente tuviera en su cara, los ojos inundados de miedo y la mandíbula tomada por la sorpresa, separando el labio superior del inferior a distancias que parecían violar a la biología.
Cuando el que estaba sentado en del lado izquierdo de la mesa finalmente se dispuso hablar en medio del sepulcral silencio, la luz del comedor y la imagen del televisor se fueron, la oscuridad se apodero del domicilio, y solo se escuchó al que iba a hablar retirarse de la mesa y gritar con voz quebrada.
- ¡La concha de la madre!
Como si el improperio tuviera por destinatario a la luz y el partido, estos volvieron, como si tuvieran reflejos que les permitieran reaccionar al insulto. Los tres contemplaron el interruptor de la luz a la derecha del televisor en posición de encendido. 
Los dos que aún permanecían sentados se pararon como en una coreografía previamente ensayada cuando lo vieron pasar a él por el corredor que se formaba sin querer entre el electrodoméstico que los entretenía y el mueble en el que brindaban. Esté los miro fijo a los ojos al pasar, no movió ni un musculo de la cara, y continuo su camino al igual que ella.

Escuchaban los ruidos en la cocina, y sin hablar, lograron coordinar una lenta retirada, se alejaron de la mesa con la mayor cautela posible, midiendo cada paso, y cuando llegaron al espacio que conectaba el comedor con el baño, el living y los tres cuartos, vieron a otro salir del tocador. Esté los miró, levantó la mano como pidiendo tregua, o permiso, o quien sabe que, y avanzó por al lado del pequeño grupo de amigos que se aferraban a la pared como si frente a esta hubiera un precipicio. En ese momento ya no lo soportaron, el que estaba al fondo de la improvisada fila que abrazaba la pared salió corriendo, los otros dos lo imitaron y se amontonaron los tres en el portal del living, ni bien pusieron un pie en aquella habitación los vieron, había cuatro de ellos en la mesa redonda de ese cuarto, dos masculinos y dos femeninas, los ignoraron, jugaban a las cartas. El instinto los devolvió al primero de los cuartos donde encontraron acostado descansando al que había salido del baño. Era una demencia. Uno de ellos grito indignado.
- ¡Ah no! ¡Pero anda a cagar!.
Y salió por la ventana de ese mismo cuarto que daba al jardín, los otros velozmente adoptaron la táctica de su amigo. Cuando el ultimo realizaba su intento de escape, y ya con la mitad de su humanidad atravesando la ventana de dos hojas, escuchó el grito de gol del televisor. 
En la seguridad del jardín vieron al ultimo, saliendo del garage, mientras el rezagado del grupo les comentaba a los otros dos.
- Creo que ganó Temperley.
Los muchachos abandonaron la casa, y a los otros no se los vio salir nunca más.

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