Por las Dudas
Barrio cualquiera. Como cualquier otro barrio de esos que se funden como células para formar un cuerpo que se llama Montevideo. Sin cara ni espalda. Lejos de la rambla. El barrio es bullicioso en verano, amarillo en otoño, gris en invierno y respira en primavera. Por la avenida principal pasan cuatro líneas de ómnibus, todas llevan por nombre tres cifras . Al lado de la escuela hay una cancha de fútbol alambrada con un agujero en la herrumbrada malla metálica marrón que supo brillar plateada en sus años mozos, agujero que los niños atraviesan los fines de semana. En el área chica de uno de los arcos hay un pozo que junta agua cuando llueve y le otorga una clara ventaja a quien lo defienda. Hay dos almacenes bautizados en honor a los apellidos de sus propietarios. Un antiguo bar en el que pareciera que la luz no se atreve a penetrar, de puerta alta y baldosas opacas que emulan un tablero de ajedrez, mostrador de mármol cansado y un mozo esquelético y largo al que le faltan algunos d