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Mostrando entradas de junio, 2017

Por las Dudas

Barrio cualquiera. Como cualquier otro barrio de esos que se funden como células para formar un cuerpo que se llama Montevideo. Sin cara ni espalda. Lejos de la rambla.  El barrio es bullicioso en verano, amarillo en otoño, gris en invierno y respira en primavera.  Por la avenida principal pasan cuatro líneas de ómnibus, todas llevan por nombre tres cifras . Al lado de la escuela hay una cancha de fútbol alambrada con un agujero en la herrumbrada malla metálica marrón que supo brillar plateada en sus años mozos, agujero que los niños atraviesan los fines de semana. En el área chica de uno de los arcos hay un pozo que junta agua cuando llueve y le otorga una clara ventaja a quien lo defienda.  Hay dos almacenes bautizados en honor a los apellidos de sus propietarios. Un antiguo bar en el que pareciera que la luz no se atreve a penetrar, de puerta alta y baldosas opacas que emulan un tablero de ajedrez, mostrador de mármol cansado y un mozo esquelético y largo al que le faltan algunos d

Osvaldo

La patología de Osvlado resultaba algo inverosímil. No había necesidad de ser un letrado en medicina, psicología, o disciplinas de la rama para saber que en Osvaldo ocurría algo sumamente particular. Su enfermedad era extraña, curiosa, peculiar, absurda, burda, graciosa, bruta, triste, torpe, pero por sobre toda esa lista, era real. Se manifestó cuando Osvaldo apenas tenía trece años de vida. Si bien en un principio su madre sospecho que "el síndrome de Osvaldito" no era otra cosa que la propia rebeldía de la adolescencia, pronto comprendió que su hijo no buscaba destacar de aquella forma, ni forjarse una personalidad propia que lo separará de su grupo de pares, ni manifestar su desagrado por las costumbres sociales heredadas de generaciones anteriores, o cualquier otra práctica adolescente que a su edad representaba una preciosa odisea utópica que tomaba su belleza de la firme creencia en que aquello era posible.  Osvaldo, parecía haber venido incompleto de la fábrica mat

Ella, el y yo (Nosotros no)

(Ella) Quiso desaparecer. Ser una con las baldosas flojas que sus pies pisaban, o ser el agua que bajo estas se escondía, o ser invisible. Desaparecer, solo desaparecer. Sumergirse en su campera azul de nailon que escondía la mitad de su rostro, y encontrar la calma antes que la valentía, dar con la seguridad y no con el coraje. Sintió sus pies como cadenas que la ataban al suelo, prisionera de su situación, victima de otra situación. Sus pies eran raíces, petrificadas, añejas, la hacían una con la tierra, y le impedían avanzar. Árbol testigo de años, de siglos, del tiempo, de la estúpida legitimidad que llamamos costumbre. Sintió la furia de la gravedad, y la empujo a pensar si aquel castigo era justo, si era su responsabilidad, llego a tener la triste duda de si aquello era su culpa, sus piernas no eran suyas, y no importaba cuanto apretara el paso, como en la pesadilla mas recurrente, sin importar cuanto caminará no lograba avanzar. En una eternidad de apenas tres segundos, apretó