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Mostrando entradas de noviembre, 2018

La postal de otro

La casa había sido de mis viejos. No era particularmente linda, ni particularmente grande, pero me gustaba. La puerta de madera, alta, con dos hojas, hacía gala de un celeste oscuro en medio de una cuadra de blancos antiguos, opacos, casas de rostros viejos con pecas de humedad, manchas de la edad. La puerta ya era celeste cuando mis viejos la compraron y a mamá le gustó, y así se quedo. El viejo dice que cuando aprendí a caminar fue para sentarme en el escalón de aquella puerta. Un modesto escalón de mármol, con betas negras que debería saber de memoria. Fue en aquel escalón que recibí la primera carta. Yo fumaba descalzo. Me acuerdo porque fueron los primeros calores, tenia un short de baño pero todavía no me  había sacado la camisa, apenas si la había desprendido lo suficiente como para respirar mejor. El cartero no tenía cara de nada, y tampoco preguntó nada. Dejó el sobre blanco garabateado por afuera y se fue. Podría haberle dicho que la carta no era para mí ¿Cuál de mis con