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Mostrando entradas de mayo, 2017

Mateo solo bien se lame

Mateo era corpulento (ancho), tenía una estatura promedio para sus agraciados veintiocho años, y un rostro promedio para cualquier edad. Cabello negro azabache el cual no parecía adherirse a lógica alguna, labios finos, un delgado tabique que acababa por desparramarse en nariz como agua fuera de un cántaro, ojos grandes y verdes pero con unas descomunales pupilas que  apenas permitían ver la suerte de sus iris, todo, escondido detrás de una tímida barba de tres días sin afeitar. Si tuviera que destacar una característica de su anatomía, sin dudarlo, sería su cuello, y no es que este tuviera un tatuaje, o portara una ruda cicatriz, o demás estereotipos que le dan personalidad a un hombre latino en películas de Hollywood, sino más bien que Mateo justamente, carecía de este, cualquier narrador exagerado podría contarles que entre los hombros de Mateo descansaba su cabeza. Pero lo mas interesante de Mateo no se veía, se hacía ver, y era su acérrimo escepticismo, era un devoto ateo, y como

La gente ya no escucha

Iba escuchando música con los auriculares en el ómnibus cuando le sucedió.  Estos pequeños parlantes portátiles que le susurraban melodías en secreto eran una prótesis permanente de su sistema auditivo, y según ella, una prótesis vital.  Bien podría haber estado escuchando las metafóricas lineas de Silvio  Rodríguez o música electrónica neozelandesa que si hoy le preguntaran ella  no lo recordaría. El metálico gigante del sistema de transporte publico vibraba anunciando el inicio de su marcha luego de la luz verde del semáforo  cuando sus auriculares dejaron de emitir sonidos. Jugó con el cable buscando el contacto que los haga sonar, pero no había suerte, debían estar rotos. Ella resoplo exageradamente ante tan moderada desgracia, pero el tedio de convivir con la contaminación sonora de locutores radiales indiscretos, bocinas y ruidos de obras en construcción la agobiaba. Magna fue su sorpresa cuando al sacarse los auriculares un escandaloso silencio la envolvió. El silencio era

Umbra

S in tió que lo seguían. Sensación horrible si las hay. Inauguró el cobarde debate de girar la cabeza y enfrentarse cara a cara con su perseguidor, desnudo, armado únicamente con una mirada inquisitiva cargada de prejuicios, o tomar la opción cobarde como el fuero interno mismo en el que se debatía, redoblar el paso y esperar poder encontrar una pista en el reflejo de las vidrieras que confirmará o desmintiera lo peligroso de aquella presencia. Como la mayoría de n osotros, optó por la opción lógica en aquella situación y apretó el paso. Lo seguía muy de cerca. Nunca había andado tan tarde por aquella calle; la luz ámbar de los focos se abrazaba y se fundía con la oscuridad y el frío generando un desagradable collage, y en esa misma esquina confirmó que era perseguido. A dos cuadras de su hogar, el único lugar seguro sobre la faz de la tierra en aquel momento, el paso fugaz se convirtió en carrera, y corrió torpemente sin lograr coordinar sus piernas y brazos,

Mal dormido

La primera noche discutió con un amigo, nada grave, pero lo suficientemente serio para que ambos alzaran la voz, ni dinero, ni política, ni deporte, algo personal, aspiraciones de la vida y algo de tener los pies en la tierra que le rechinaba, su amigo se retiró y sin mala intención azotó la puerta, el ruido del golpe en conjunción con el despertador lo transportaron de aquel contexto al limbo brumoso de la mañana. Estaba dormido, soñando. No era tan grave para sentenciarlo como pesadilla, pero si le sorprendió lo vivido de la experiencia onírica, los detalles eran fugaces, donde estaban, que vestían, como se originó la discusión, luego de desprenderse de la almohada habían desaparecido, pero las sensaciones, los sentimientos, estaban ahí, la cólera de la discusión, el ardor de la laringe fumadora por levantar la voz, estaban ahí, por supuesto que todo tenía su argumento y no tenia que ser considerado como algo mas de lo que realmente era, un sueño. Soñó la siguiente noc