Mateo solo bien se lame

Mateo era corpulento (ancho), tenía una estatura promedio para sus agraciados veintiocho años, y un rostro promedio para cualquier edad. Cabello negro azabache el cual no parecía adherirse a lógica alguna, labios finos, un delgado tabique que acababa por desparramarse en nariz como agua fuera de un cántaro, ojos grandes y verdes pero con unas descomunales pupilas que apenas permitían ver la suerte de sus iris, todo, escondido detrás de una tímida barba de tres días sin afeitar. Si tuviera que destacar una característica de su anatomía, sin dudarlo, sería su cuello, y no es que este tuviera un tatuaje, o portara una ruda cicatriz, o demás estereotipos que le dan personalidad a un hombre latino en películas de Hollywood, sino más bien que Mateo justamente, carecía de este, cualquier narrador exagerado podría contarles que entre los hombros de Mateo descansaba su cabeza. Pero lo mas interesante de Mateo no se veía, se hacía ver, y era su acérrimo escepticismo, era un devoto ateo, y como buen devoto, dedicado a la evangelización. 

Cuando tenía seis años Mateo les dijo a sus padres que papá noel no tenía necesidad de gastar plata en un regalo, posteriormente a haberles dicho que el les regalaba los dientes sin necesidad de que se los compraran. A los catorce, durante su formación secundaria en un colegio católico, Mateo, con su nombre de apóstol, le presento a una monja un señor de larga barba blanca y sombrero llamado Charles Darwin mientras esta le leía el relato del génesis a su clase , y de aquella hermosa unión, nació la expulsión de Mateo de la institución. A los veintiuno se llevo una paliza de tres judíos ortodoxos cuando les dijo que el mesías venía al ver que un hippie barbudo y de sandalias caminaba rumbo a ellos como si fuera la viva imagen de jesús católico en el centro de su ciudad. 
Si, Mateo era muy ateo, escéptico, desconfiado. Ni dioses, ni destinos, ni energías, ni suertes, ni casualidades.

Esta cualidad resultaba muy graciosa para sus amigos, pero no por sus extensos discursos en estado de ebriedad acerca de la imposibilidad de la existencia de un dios todopoderoso con medidos argumentos, sino porque se volvía el blanco perfecto para molestarlo.
Por eso no es de extrañar que en un juego de poker, práctica común de los jueves entre el grupo de amistades, ya sin dinero, Mateo le apostará a uno de sus compañeros que si el perdía iría a visitar a una gitana, y este plácidamente aceptara. La suerte en la que no creía Mateo lo castigo ferozmente y acabo con un par de tres contra un trió de sietes, lo que lo hizo acreedor de una hora con una vieja gitana que tenía su "clínica" en el puerto de aquella ciudad.

Mateo leyó el cartel de madera despintado con letras violetas sobre fondo amarillo que rezaba en cursiva "Madame Jovanka adivinación". Resopló sintiéndose el peor ludopata sobre la faz de la tierra y entró.
- Buenas tardes muchacho ¿Has venido para conocer tu suerte?. Dijo la avejentada Jovanka que parecía haber sido la primera mujer de la genealogía gitana mientras sus ojos negros con cataratas se posaban en un mazo de cartas enormes. "La puta madre que me pario" pensó Mateo. 
- Si señora, a eso he venido.
- Bien, pues toma asiento muchacho. Dijo la gitana en el momento en que sus huesudas manos temblaban en el esfuerzo de señalarle una silla con respaldo de tela purpura que se enfrentaba a una mesa de paño verde.
- ¿Y ahora que hacemos? Preguntó Mateo de muy mala gana.
- Elige uno de estos tres mazos de cartas. Jovanka partió un mazo en tres, Mateo señaló el del medio sin hablar, y la vieja posicionó las peculiares cartas sobre la mesa de modo que formaran un rectángulo. 
- Tres predicciones tengo para ti muchacho: la primera, el rey y su reina salvarán a tu corazón de la humillación ("Vieja pe - lo - tu - da" silabeo Mateo para sus adentros), la segunda, en el infierno el cuervo negro tratará de comer tu carne, no lo escuches ("Te voy a dar cuervo yo") y por ultimo, la parca te abordará frente a la luna roja, el final de dicho encuentro, no lo conozco. ("¿Y hay gente que cree en esto? Mira que hay que ser boludo"). 
Mateo le pago a la pitonisa y abandono el lugar degustando su amarga indignación mientras murmuraba "que amigos de mierda que tengo".

El siguiente jueves comenzó como una fiesta para todos, menos para Mateo, que soportaba las burlas de su imprudente apuesta mientras la noche transcurría. Llegada la ultima mano del poker semanal, Mateo y el mismo amigo se enfrentaban cara a cara en una situación muy similar, pero el primero aún tenía cinco fichas. Repartieron las dos cartas, a Mateo le tocaron un as y una J de corazones, y nuevamente era matar o morir. 
- ¡Apuesto todo!. Grito el incrédulo.
- Tengo muchas mas fichas que vos. Retruco su amigo
- Mis fichas y otra visita a la gitana por todas las tuyas. Mateo se sentía despreciable, triste.
El compañero ni lo pensó y las cinco cartas en la mesa fueron dadas vuelta una a una, un diez de corazones (Mateo se mordía el labio para reprimir sus expresiones), un ocho de tréboles, un diez de picas, y finalmente, una reina de corazones, y su correspondiente rey, que junto a las cartas del escéptico formaban una escalera real. El grupo de amigos gritaba sin poder creerlo y Mateo aunque feliz no podía dejar de pensarlo: "El rey y su reina salvarán a tu corazón de la humillación". 
- Curioso. Pronuncio en voz alta en medio del caos de la celebración. "Pero no significa nada" pensó mientras lo abrazaban.

La alegría le duro poco, porque dentro de su auto mientras repasaba su hazaña con dos de sus amigos de camino a su hogar no vio un cartel de "PARE" y otro auto de dimensiones similares al suyo lo embistió de lleno hundiendo el asiento del pasajero trasero derecho donde milagrosamente no había nadie. Cuando lograron reaccionar, vieron al conductor del auto que los impacto gritando y el motor de su vehículo humeando, bajaron de su coche, corrieron frenéticamente los cuatro alejándose del cruce y el motor comenzó a arder en llamas sin tardar en explotar ofreciendo un maquiavélico espectáculo justo en el medio de la intersección.
Cuando el chófer del otro auto, victima de la imprudencia de Mateo se alejo para llamar al seguro, de traje negro y con un maletín de cuero marrón, como salido de entre las llamas, un hombre con una apariencia inmaculada se presentó ante Mateo y dijo con voz grave 
- Doctor Corvo, mucho gusto, acabo de ver toda la situación, me alegra que hayan salido ilesos, si así lo desea, le ofrezco a usted mis servicios para defenderse en el juicio, podemos pedir la pericia del accidente y comprobar que el otro vehículo excedía el limite de velocidad permitido para amortizar la sanción que le correspondería en este caso, le dejo mi tarjeta, puede solicitar referencias si así lo desea. Pero Mateo después de haber escuchado "Doctor Corvo" frente al mar de llamas, en su cabeza solo escuchaba a Jovanka repitiendo una y otra vez "en el infierno el cuervo negro tratará de comer tu carne, no lo escuches". - ¡No! Gritó Mateo. Y mientras que para sus amigos rechazaba la oferta del oportuno abogado, para el con tan desesperado grito, se aferraba al ultimo hilo de su escepticismo mientras se veía cayendo en las esqueléticas manos de Jovanka.
El día siguiente a primera hora de la mañana recibía una llamada de su victima - No hay necesidad de ir a juicio (...) le puede pasar a cualquiera, y por suerte ninguno se lastimo (...) se que vos además no quisiste involucrar abogados, lo arreglamos con el seguro. Colgó. Mateo suspiro, y donde otro encontraría alivios, el encontró un puñado de nervios que se manifestó en un solitario monologo. "No puede ser ¿La vieja tiene poderes? ¿Pero cómo? Y la ultima profecía involucra a la parca, y no sabía el final ¿Me voy a morir? ¡Que vieja de mierda!".

Envuelto en una desesperación interpretativa que buscaba descifrar la ultima predicción metafórica, desvelado, Mateo recorría las oscuras calles de su ciudad. Con las manos en los bolsillos de su campera y la cabeza baja, iba pateando una piedra cuando llego a un solitario semáforo que le mostró su incandescente luz roja y tuvo que detener su marcha. En el preciso instante en el que levanto la cabeza y la luz del semáforo lleno sus ojos sintió el tacto de una pistola en su espalda y escucho a un ladrón ensayar un discurso que probablemente hubiera repetido varias veces en su delictiva carrera 
- Quédate quietito y dame todo o te quemo. Su cuerpo, congelado por el terror, no pudo frenar a su mente que volaba conectando conclusiones "La luna roja es el semáforo y la parca es un malandro" 
- No tengo nada, de verdad. Replico Mateo tartamudeando con honestidad. 
- Dale guacho que no tengo tiempo, dame la billetera. Hundió el cañón del arma en la espalda de Mateo. 
Y en ese mismo momento como si fuese interpretada por un coro de ángeles misericordiosos, una sirena sonó en su camino rumbo a la escena, el ladrón asustado, le pego un culatazo con la madera del revolver en el hombro a Mateo derrumbandolo en la vereda y se dio a la fuga. Mateo derribado, levanto la cabeza cuando se intentaba parar y vio la ambulancia pasar a toda velocidad dejando la estela sonora de aquella sirena salvadora, se incorporo, esbozo una mueca, y solo en aquella calle aclaro la garganta para decir con voz danzante:
- Gracias a Dios.

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