Silencio porque

No hablaron. No hablaron de su racional miedo a los perros, bautizado a los siete años, cuando el can de un vecino no entendió la simpatía de un niño y le dejó una cicatriz en forma de media luna en su muslo derecho. No hablaron de lo racional del miedo. No hablaron de lo irracional del miedo. Ella no le dijo que sufría de recurrentes dejà vus. Tampoco le dijo que la expresión "sufría de" no era azarosa, ya que muchas veces esto la llevaba a dudar fervientemente de la realidad, de su propia cordura. No hablaron de sus vicios. Ella no le contó que fumaba veinte cigarrillos diarios. Él no le contó que fumaba tabaco solamente cuando le apetecía. Ella no hablo del moretón que se alojaba de manera grotesca en el lado izquierdo de su cuello. Él no le hablo de que los colores violáceos del golpe le recordaban a las lunas pintadas por Cuneo. Él no le dijo que odiaba a Cuneo. No le contó las desagradables sospechas que le generaba dicho moretón. Ella nunca le dijo que lo veía observar el moretón, ni que por un breve momento la hizo sentir sumamente incomoda. Él jamás le pudo responder que notó su incomodidad y que se disculpaba por el mal momento. Ella nunca le pudo decir que no era tan grave. Y él nunca le pudo contar que cuando algo le llamaba la atención de manera genuina, inclinaba un poco su cabeza hacia la izquierda para contemplarlo, ni que la inclinación era proporcional al interés que le despertara el objeto, hecho o persona en cuestión. Ella nunca le dijo que le daba ternura verlo inclinar la cabeza. Ella nunca hablo de la ternura, de que es tierno y que es cliché, de la etimología de la palabra cliché, de que hay ternuras violentas. Él nunca le hablo de su fascinación por los oxímoron. Nunca le dijo que le encantaba usar chinelas. Ella no le dijo que no podía tomar whisky porque cuando tenía catorce años se tomo una petaca y media sola y se dio de frente contra las consecuencias del alcohol. Él no le contó que le costaba demasiado llorar. Ella no le aclaro que cuando se ponía nerviosa sonreía de manera exagerada, y que le sucedía inevitablemente en los funerales. Él no le dijo que solo había ido a tres velorios en toda su vida, y dos habían sido de familiares. Ella no le confesó que le gustaba el fainá grueso. Él no se sinceró sobre su gusto por el vino con hielo. Ella no le dijo que no creía en ninguna entidad metafísica, en ningún tipo de azar, destino o suerte, pero que a menudo utilizaba palabras como "alma" o "espíritu". Él no le dijo que no le gustaba el fútbol. Y ella tampoco dijo que le aburrían los Beatles. Él no le dijo que soñaba con tener su propio balcón, consecuencia de una vida de apartamento. Ella no le dijo que honestamente la consternaba el hambre en el mundo, que pensaba porque ella si y porque otros no, de manera franca, pura, inocente, inmadura. Él no le dijo que no sabía jugar al truco. Ella no le contó que amaba andar en bicicleta. Él no le contó que cuando era niño pensaba que se le ponía queso rallado a la pasta para enfriarla y no para condimentarla. Tampoco le contó que cuando abrazaba a alguien nunca cerraba los ojos. Ella no le dijo que se masturbaba con recuerdos. Él no le hablo de como la inteligencia le resultaba mucho más excitante que un buen físico, ni de que sabía que dicha preferencia se llamaba sapiosexualidad. Ella no le dijo que odiaba los diccionarios. Él no le dijo que los leía. Ella no le dijo que era hipocondríaca. Él no le dijo que le tenía miedo a los aviones, lo que resultaba una fobia estúpida ya que nunca había volado, y él lo sabía. Ella no le dijo que añoraba tener alas, literalmente tener alas, por extraño que resultara. Él no le dijo que amaba el sarcasmo. Ella no le dijo que no le agradaba para nada la soberbia. Tampoco le contó que no le gustaban los relojes. Él no le dijo que no usaba agenda. 

Ellos no hablaron. Ella le pidió la hora, él fingió no entenderla buscando alargar innecesariamente la conversación mientras pretendía encontrar algo interesante que decir, a ella le molestó la actitud, y simplemente se señaló la muñeca, él dijo 19:45, y ellos no hablaron. 

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